Hace un año, Tiago Correa (39) se enteró de que su segundo nombre no iba a ser Rodrigo, sino Kadú, una palabra de origen tupí-guaraní, pueblo indígena de la Amazonía de Brasil, su país natal. Los guaraníes tienen tradiciones ancestrales que mantienen intactas, como la búsqueda de la “Tierra sin mal”, cosmovisión que los lleva a migrar cada cierto tiempo para encontrar un mejor lugar para vivir. Tiago usa Kadú en Instagram: “Siempre he tenido esa dualidad, me siento tan brasilero como chileno, y tan poco chileno como tan poco brasilero”, cuenta. Por eso, y como si las raíces milenarias de aquel nombre lo guiaran, ha viajado por el mundo buscando nuevos sitios donde habitar.
Hoy está radicado en México, interpretando personajes mexicanos para la televisión y el cine, sin titubeos en el acento… Cualquiera pensaría que realmente nació en esas tierras. Un talento que no respeta fronteras y una belleza universal aprobada en Chile, Brasil, Colombia, España, Estados Unidos, Puerto Rico y… ¿Corea? Sí, Corea. Basta con buscar en YouTube el video donde cinco idols del k-pop escogen a Tiago como el actor más atractivo de Latinoamérica. “Parece una pieza de arte”, dijo una de ellas. “Estoy segura de que debe estar en la lista de los más guapos del mundo”, insiste otra. Curiosidades de Internet que nos ayudan a entender por qué a solo dos semanas de llegar a México —y sin ningún contacto— ya había conseguido el rol protagónico de la película “Malibú”. Así de abrumador es el fenómeno Correa.
A PATA PELÁ Y EN ZUNGA
De madre brasileña y padre chileno, el actor es un ciudadano del mundo, un terrícola, como él mismo se describe. Su nombre deriva de Santiago —como había sugerido su papá—, pero su progenitora no quiso que su hijo tuviera el peso católico de ser un santo, por lo que derivó a Tiago. “Siempre me ha gustado, porque cuando llegué a Chile, a los ocho años, era el único Tiago; me dio una gran personalidad desde chiquitito”.
¿Cómo fue tu infancia en Brasil?
¡Era súper inquieto! Mi hermana era la que leía y yo el que estaba afuera de la casa. En Florianópolis hay mucha selva y siempre estuve conectado con la playa y los animales; arriba de los árboles, a pata pelá y en zunga. Mis padres me dieron una vida muy simple, pero rica en valores, en naturaleza y en arte.
Imagino que de esas travesuras nace la historia de la cicatriz de tu mentón.
(Ríe) Sí, me la hice jugando. Cuando iba al colegio esperaba la micro en un paradero que quedaba cerca de un basural, así es que un día tomé una tapa de rueda y la usé como manubrio, me imaginé en un rally, subía y bajaba; pero tropecé con una piedra, caí de frente sobre la tapa y se me clavó hasta los dientes; me rompió el hueso. Recuerdo la sensación del golpe, de estar cayendo y de ver a mi mamá viniendo hacia mí. Estaba en shock, ni siquiera lloré.
¿Cómo te sentiste cuando viste tu rostro?
Me sentía muy mal, no por la cicatriz en sí, sino porque era distinto a los demás; fue mi primera inseguridad. Mis papás me dijeron que esa marca me hacía único. Me engañaron (ríe).
UN ACTOR NATURAL
Tiago habla pausado y prolonga las palabras con sus manos, sus brazos, su postura; una expresión corporal producto de años interpretando vidas y emociones ajenas. “Decidí entrar a Teatro porque me di cuenta de que la danza que practicaba desde pequeño no me llenaba del todo”. Estudió en La Mancha, por el enfoque físico y el discurso comunicacional que tenían. Luego vinieron las producciones nacionales que le dieron reconocimiento, como “Mala conducta”, “La sexóloga”, “Manuel Rodríguez” y “Helga y Flora”; y las internacionales: “Dueños del paraíso” y “La reina del sur”.
Ahora estás en la serie de Telemundo “Enemigo íntimo”, cuéntame sobre este proyecto.
¡Le ha ido muy bien! Estoy súper feliz porque el nivel de producción es altísimo y el elenco está brutalmente bien conformado.
¿Cómo ha sido interpretar a Diego Lozano?
Este es el tercer proyecto en que actúo como mexicano y me han aceptado muy bien. Diego ha sido interesante de interpretar, es un personaje complejo a nivel psicológico, quiere hacer el bien, pero tiene una carencia afectiva que lo hace posesivo, muy celoso con las mujeres y profesionalmente… No comparto su forma de ser.
Un personaje que suele gustarle al público.
Al principio está esa lucha interna en relación con los personajes que interpretas. El director me decía: “Tu personaje no tiene la sanidad mental que tienes tú”. Me desafió a explorar los momentos del pasado en que yo he sido celoso y competitivo, y trabajar en base a eso.
Siempre me pregunto si los actores se cuestionan el accionar de sus personajes o solo los aceptan…
Esa es una súper buena pregunta y no siempre me la hacen. Los actores somos una bola de nervios e inseguridades, uno vive por la aprobación del director, del productor, de tus compañeros y finalmente, la aprobación del público. ¡Yo soy muy nerd! Lo acepto, estudio el personaje mucho tiempo antes, veo el contexto en el que vive, y luego trabajo sobre esa investigación. Algunos te dirán que leen el libreto y ya, pero cada uno tiene su método.
Llevas poco más de tres años en México, ¿cómo ha sido esta aventura?
Vertiginosa e intensa, porque para bien o para mal, en Chile tenía un espacio.
Claro, te arriesgaste y dejaste todo, ¿por qué?
No te voy a mentir, en Chile me sentía algo enjuiciado por los personajes que hice y por lo que decía la opinión pública de mí, por esa obsesión de la farándula de meterse en mi vida privada. También, por los prejuicios de la gente del mismo medio, y porque no se estaban haciendo cosas que me parecieran interesantes.
Y comenzaste desde cero.
Sí y estaba nervioso. Tenía que presentarme a castings, conseguir manager, convencer a la gente de que tenía talento… fue un trabajo arduo. Ahora le tengo un respeto tan grande al migrante, porque es un salto al vacío.
En Chile la mayoría de tus roles fueron en modo galán, ¿cómo te hace sentir eso?
(Piensa) Me piropea, fue parte de mis primeros años, pero creo que ahora estoy por sobre esa etiqueta. Además, la visión del galán latinoamericano es súper machista, es el que se caga a las minas, el que es deseado por todas. Cuando renuncié a las teleseries, por dos años estuve sin trabajo porque la tele se sintió ofendida conmigo. Como si hubiera renegado de ella. Después, los mismos productores y directores entendieron que para mí era importante esa búsqueda y me llegaron proyectos como “Helga y Flora” o “Tira”, donde sí me gusta estar.
EN LA ERA NETFLIX
Tiago llegó a la tercera temporada de “La casa de las flores” luego de un “casting” en una fiesta. Así, tal cual. Se encontró con Manolo Caro, director de la serie, intercambiaron números y él le preguntó por sus medidas anatómicas; el realizador ya lo visualizaba como uno de sus personajes. Finalmente, le ofreció el rol de Ernesto de La Mora en su juventud. Sobre el fenómeno Netflix, el actor comenta que: “Tienen respeto por el trabajo, permiten desarrollar un lenguaje audiovisual propio, sin imposiciones. Además, se da una vinculación muy bonita entre las diferentes generaciones de actores”, destaca.
Hablando de nuevas generaciones, ¿qué te parece lo que está haciendo Jorge López?
¡Amo a Jorge con todo mi corazón! Es un talentoso, un lindo, una gran persona. Tiene algo medio andrógino que es maravilloso, y creo que se relaciona con la nueva visión de los géneros, de la sexualidad, de los referentes. Yo tengo una historia muy linda con él…
¡Cuéntame!
Fue durante la grabación de “La reina del sur” en Colombia. Un día salí a carretear y de repente alguien me toca el hombro; un tipo guapo que me dice: “Oye, erí chileno”. Yo pensé: “Me va a sacar una foto con el copete en la mano”, pero no, me contó que admiraba mi trabajo, me nombró mis proyectos y yo le pregunté por qué sabía tanto, y me dijo: “Es que yo también soy actor”. Estaba en la gira latinoamericana de “Soy Luna” y me invitó al show. No hemos perdido el contacto, estoy orgulloso de lo que está haciendo, va a llegar muy lejos, y se lo merece.
Sigamos hablando de tus colegas, ¿cómo es trabajar y ser amigo de Kate del Castillo? Una de las grandes de México.
Somos súper amigos, nos conocimos en “Dueños del paraíso”, nos unió la forma en que veíamos el trabajar este oficio, desde el respeto. Kate ha llegado donde está a pulso de puro trabajo y talento. En Estados Unidos luchó para desmitificar el estereotipo del latino y en México lleva la bandera del feminismo. Ella se preocupa por todes, está atenta a su coprotagónico y al barrendero de la producción, y si ve que no ha comido, dice: “No voy a partir la escena si él no se sienta a comer”.
Muy noble…
Es lo que hace falta en esta industria, que seamos más humanos. Ella sabe que, si me necesita, me llama, y yo voy a tomar un avión y llegaré a dónde esté.
¿Te gustaría actuar en Hollywood al igual que ella?
Los actores somos un poco egocéntricos, nos gustan las luces y el reconocimiento. Y sí, hay una atracción por Hollywood y las grandes producciones. Me encantaría representar a Chile, pero para aportar al discurso latinoamericano en un país que es muy bipolar en su relación con los latinos, y nos necesitan. Merecemos ese espacio.
Hoy no está la farándula dura, pero sí está Instagram, ¿cómo te manejas en esta red social?
Me encanta Instagram por la conexión con la gente, me gusta que tenga un pequeño voyerismo y también es una herramienta de trabajo; es lo segundo que ve un director cuando está buscando gente para un proyecto.
Hace poco subiste una imagen polémica sobre el #ChallengeAccepted, con la frase: “Nadie me desafió, el desafío es de todos”.
Las redes sociales se han transformado en un lugar para lapidar, pero también para opinar y yo estoy a favor de la opinión libre. Tengo la convicción de que no vamos a conseguir nada si no luchamos juntos. Sabía que iba a generar controversia, era lo que quería. No tengo problemas con que me juzguen, si de verdad creo en lo que estoy haciendo.
BUSCANDO LA “TIERRA SIN MAL”
“Soy súper nómade —reconoce— mientras pueda viajar trabajando, mucho mejor. Soy terrícola, me gusta ver el mundo como un lugar de todos”. Tiago tiene algo de acento mexicano, que se evidencia al terminar cada palabra: “Me gusta mucho la frase ‘a toda madre’, es como ‘está la raja’. En el norte se dice “tacomadre”. También está el diccionario “chingonero”, que es fabuloso y el “valemadrismo”. La esencia de este país”, cuenta entre risas.
Cuéntanos sobre el video de “Dispara” de Mon Laferte y Rulo, ¿cómo fue esa experiencia?
¡Es el primer video que dirijo! Lo pasé increíble, y confirmé que me gusta el rol de director; aunque ya lo sabía desde el teatro, y quiero seguir haciéndolo.
¿Cómo pasaste la cuarentena?
Me generó angustia, me preocupaba porque mis papás son viejitos, los dos. Pasaba rezando, temía que me llamaran y me dijeran que se habían contagiado…
¿Hubo reflexiones de cuarentena?
Pese a la angustia, fue un tiempo que me ayudó. Me faltaba meditar, conectarme con las plantas y la carpintería. “Podé” a los “amigos” que no me estaban aportando y le puse energía a los que sí. La naturaleza es muy sabia; nos da la oportunidad de tener conciencia por la flora y fauna, y dejar de pensar que somos el centro del planeta.
¿Qué fue lo primero que hiciste cuando comenzó el desconfinamiento?
Viajé a Los Ángeles, me quedé en casa de Kate. Necesitaba el apapacho de la amistad. También me junté con unos amigos con los que tenemos un restaurante y bar de coctelería orgánica (@fairchild.mx). Me ha tocado ver desde adentro las medidas sanitarias, es un protocolo carísimo, pero necesario.
¡Un bar! Siempre te estás reinventando.
Sí, es que hay que reinventarse. No es dejar atrás lo que uno era, sino mejorar. Lo veo en mis viejos, ellos son dos lindas personas, de grandes valores. Al final del día quiero dormir con la tranquilidad de saber que también soy así.
Nos despedimos de Tiago Kadú, quien disfruta del placer constante de buscar nuevos sitios donde habitar, y que por el momento lo tienen radicado en Colonia Nápoles, Ciudad de México, su “terra sem males”.
Dirección creativa y estilismo: @gerardangulo
Fotografía: @sergio.valenzuelach