
Creo que si hubo una colección de moda (y su respectivo desfile) que marcó el 2024, fue la colección Margiela Artisanal Primavera 2024. Desde el video del desfile, todos los y las maquilladoras tratando de recrear de la manera más precisa el acabado porcelana de la cara, tiktokers grabándose en lugares alusivos a la vibra del desfile caminando como los modelos de la colección, la vuelta de John Galliano a la palestra, incluso un documental de cómo se creó todo, nos dejó claro de que nadie quedó indiferente a esta colección.
Pero, ¿por qué todos quedamos encantados con esta propuesta? Creo que tengo algunas luces que podrían ayudarnos a entender.

Una de mis frases favoritas de Lee Alexander McQueen es, “el mundo necesita fantasía, no realidad. Ya tenemos suficiente realidad hoy”, y no puedo estar más de acuerdo. En esta era de las redes sociales, donde vemos de manera hiperrealista qué come, logra o pierde, dónde viaja y con quién está el otro, es imposible no comparar, no sentir que nuestra realidad podría ser mejor. “El pasto del vecino siempre nos parece más verde”, cobra más y más fuerza cada vez que miramos el teléfono y, personalmente, creo que termina siendo abrumador.
La moda también es parte de esta dinámica. “¿Cuál es la influencer que más te baja el autoestima?”, le oí a una tiktoker una vez y me marcó mucho la reflexión. Porque uno despierta, mira el teléfono con cara de sueño aún y quizá esa influencer que pensaste con la pregunta anterior ya subió un cerro, comió sano, se maquilló y va ultra regia a trabajar, mientras tú, en pijama, estás mirando tu pantufla al lado de tu cama. ¿Quién logró el mejor look?, ¿quién tiene más ropa o se ve más cara?, ¿quién bajó más de peso?, ¿a quién se le notan menos los años? Y así, las preguntas pueden ser infinitas.

Pero la moda también es fantasía y, a veces, una armadura que nos protege de quien nos mira en menos. Una herramienta que nos empuja a sentirnos más seguros cuando tenemos que proyectar autoridad en un contexto laboral, pero esa dimensión también apela a la realidad, a nuestro día a día, al estrés, al trabajo, y ya tenemos suficiente de eso, de el, ¿qué me pongo para estar presentable para otros? Y quizá por eso el desfile de Margiela fue tan popular, porque, como dijo McQueen, necesitamos en esta era hiperconectada algo que nos saque del aquí y el ahora, que nos haga pensar. No en el, ¿qué me pondría para estar presentable? Si no un, ¿qué me pondría si fuera un bailarín parisino de los 20 yendo a un bar bajo un puente?, ¿o si me invitaran a un picnic en la campiña italiana?, ¿o si tuviera una cita en invierno en Moscú?
McQueen tenía razón. Las marcas deben vestir a la gente para que enfrenten su día a día y ser pertinentes a las problemáticas del aquí y el ahora, pero también deben hacernos soñar nuestras más locas fantasías, pues quizá ahí está la chispa de motivación que necesitamos para armar un look cuando toda nuestra realidad doméstica nos dice que lucimos pésimo y mejor nos quedamos en pijama.
