Soy Bea, mamá de tres, arquitecta, maquilladora y micropigmentadora. Ya en mis cuarenta, amante de los polerones grandes y las series lloronas. Muchos me preguntan por qué estudié arquitectura si me iba a dedicar al maquillaje. Bueno, tuve que elegir y aquí estamos.
No es que fuesen años perdidos o algo para olvidar, al contrario, debo reconocer que varios conceptos aprendidos en la escuela —tales como simetría, equilibrio, tensiones visuales, luz y sombra, o entender proporciones y relación de colores—, han sido mis complementos en el mundo del maquillaje. También me ayudó a desarrollar la capacidad de mirar con un ojo un poco más entrenado, no solo en relación con proporciones y armonías, sino en aprender a leer y de alguna manera descifrar a mis clientas. Es como si me hubiesen enseñado a usar un superpoder, meter todo a la licuadora, para realmente poder entregar algo más que solo tips, enseñar conceptos, técnicas, o entregar un servicio; lo que se busca es generar una experiencia, un espacio libre, atrevido y desinhibido. El resultado me atrevo a decir: 20 % talento con el maquillaje y el 80 % radica en una buena conversación.
Solo se trata de cinco minutos más para llegar a las personas. Y es que hoy estamos tan ensimismados en nuestras vidas, nuestros celulares, que cuesta crear un vínculo honesto y abierto para poder generar un contacto real, sin juicios ni prejuicios. Un vínculo más de empatía que me permita ir armando el puzzle de cada persona para entregarle una propuesta que trabaje desde su autoestima, y ojalá la termine empoderando en su día a día. Porque no hay mejor maquillaje que una simple sonrisa.
Desde la imperfección hablamos de la perfección. Si bien la simetría produce estabilidad, es la imperfección aquello que te cautiva y te produce volver a mirar. La perfección está súper sobrevalorada y es en la imperfección donde radica la belleza. Nuestras cicatrices e inseguridades sin duda nos hacen más fuertes y nos ayudan a entendernos y aceptarnos. Porque esa es la base para recibir herramientas como el maquillaje o maquillaje semipermanente, para así por fin un día darte cuenta de que no necesitas andar maquillada muy a la moda, sino que debes dejar de ser agresiva contigo misma y encontrar aquello que más te acomoda.
Puedes probar partiendo simplemente con darte el tiempo para tener una rutina de limpieza, no solo física, sino del alma. Libérate de tus imperfecciones y acéptalas, empieza a ver tus virtudes; parte por eso, parte por ti y después seguimos con el maquillaje.
Prometo ser menos grave la próxima vez…