Recién en 1949 las mujeres obtuvieron el derecho a voto en nuestro país. Si miramos con perspectiva la historia, observamos el oscuro panorama histórico de silenciamiento femenino, en donde el espacio público, el poder y la influencia eran terrenos prohibidos para nosotras.
Aunque los últimos años han sido testigos de avances significativos en la introducción de las mujeres en el mundo laboral, aún enfrentamos barreras internas y externas que son potentes y que merman nuestra confianza personal en un mundo culturalmente masculino.
Una creencia limitante que persiste en coartar el desarrollo femenino, es la noción de que debemos estar constantemente demostrando perfección: “puedo todo”, la respuesta es sí, podemos con todo, ¿pero con todo al mismo tiempo? Ser poderosa no es sinónimo de omnipotencia, sino de poner límites y reconocer que no siempre se puede y está bien aceptarlo. Creemos que no tenemos derecho ni opción a equivocarnos, esta idealización es la consecuencia cultural de valoración y reconocimiento. Esta autoexigencia y autocrítica termina limitando nuestro desarrollo y proceso creativo.
El ensayo y error es parte del proceso en que las personas desarrollamos conocimiento, innovación y logramos dar con respuestas frescas a los desafíos de hoy. La genialidad y maestría no florecen sin un sustrato de errores. Que las mujeres no nos permitamos fallar, limita seriamente nuestra capacidad, lo que nos ocasiona una serie de oportunidades profesionales y personales.
Necesitamos atrevernos a incomodar, desafiar las estructuras predeterminadas y sobre todo normalizar la posibilidad de equivocarnos. Aplicando un Liderazgo Intuitivo en nuestras acciones estamos enfrentándonos a los obstáculos impuestos por la subordinación patriarcal y una cultura con roles y prejuicios. De esta manera podremos afirmar con certeza que no necesitamos estar constantemente demostrando nuestro valor a través de la autoexigencia y que no existen espacios limitantes de poder e influencia siendo auténticas. Confiando en que nuestro valor reside en nuestra naturaleza auténtica.
Las mujeres de hoy necesitamos internalizar la seguridad de ser quienes somos, que es seguro ser poderosa, y que también es seguro sacar la voz para traer nuestras ideas auténticas como aporte al mundo. Este es un llamado a redefinir el liderazgo, a abrazar nuestra singularidad y rechazar la idea de que el error sea una sombra sobre nuestro potencial.
Por Francisca Vargas, psicóloga, autora y experta en liderazgo femenino.