Max es un hombre complejamente sencillo. Suena contradictorio, como una rapsodia, tiene un poco de aquí y un poco de allá, ni lo uno ni lo otro. Y es en sí mismo un mundo fascinante de explorar. Actor de nacimiento, toca la guitarra y canta en privado; es coach de mindfulness y amante de la meditación —que lleva en su piel en forma de tatuaje—; docente, admirador de la versatilidad de Alfredo Castro. Su día perfecto es igual al de Keanu Reeves: andando en moto con la misma frecuencia que hace el amor; y quiere estudiar psicología como Natalie Portman.
JUGAR A ACTUAR
El arte corre por sus venas. Es hijo de padres músicos, tiene una hermana bailarina y otra que hacía locuciones radiales, llevándolo a experimentar en la industria desde temprana edad, instancia que él mismo cataloga como su “primera aproximación a la actuación”, y que le permitió participar en capítulos de series como “El día menos pensado” y “Mea Culpa”.
¿Cómo recuerdas la experiencia de actuar desde tan niño?
La recuerdo como una experiencia súper grata. Cuando uno es niño se lo toma como un juego, y esa es la base de lo que hacemos, interpretar a otro parte de la base del juego, atreverse, desprejuiciarse, abrirse.
¿Cómo llegaste a este trabajo?
Me llevó mi hermana, ella trabajaba en locuciones de radio desde hace años y un día necesitaban la voz de un niño. Se me dio muy fácil. Yo igual crecí en un mundo de escenarios, mi papá es músico, chelista, fue miembro de la Orquesta Sinfónica, fundador de la Filarmónica, y ese fue mi ambiente, entonces para eso no tenía vergüenza… Para otras cosas sí.
¿Cómo cuáles?
Como reír, me costaba, mi hermana me hacía cosquillas y así se escuchaba natural. Esta experiencia me enseñó desde chico a recibir la indicación de alguien que te está dirigiendo, y ponerlo en práctica rápido.
¿Y qué hiciste con esos primeros sueldos?
Bueno, como me pagaban, porque esto no era explotación (ríe), mis papás me lo guardaban en una cuenta de ahorro, de la cual yo tenía derecho a sacar plata una vez al año, para el día del niño. Mi mamá me compraba un juguete y yo podía comprarme otro. Esas eran mis grandes inversiones de esos años.
¿SER O NO SER?
“No sabía qué estudiar”, cuenta Max recordando la interrogante que muchos jóvenes en Chile se hacen al terminar su etapa escolar. “Me metí a Teatro en la Universidad de Chile porque fue un camino lógico”, revela. Con una experiencia solo en producciones audiovisuales, se sumió en la carrera que le hizo entender que ese don que cultivó desde tan pequeño era un oficio que requiere disciplina, rigor y entrega.
¿Qué fue lo que te terminó enamorando de la carrera?
El teatro me demostró que lo más importante es el trabajo. Para mí el talento es la capacidad con la que te puedes integrar a una indicación en comparación con el resto, y eso lo tenía. Actuar requiere un compromiso más grande, eso me enamoró. Hay gente que se acerca a este oficio por otras cosas, como la plata o la fama.
Uno está acostumbrado a ver teleseries y quizás hay gente que piensa que, si estudia Teatro, terminará ahí…
(Ríe). Sí, pero eso siempre ha sido una consecuencia. Yo nunca me preocupé de qué iba a pasar o qué iba a hacer para vivir. Yo seguí no más y las cosas se fueron dando con el tiempo.
Pero tú igual estás en un entorno privilegiado, porque estudiar Teatro en Chile es complejo.
Eso siempre lo asumí, y claro, mi papá era músico, mi mamá también. Cuando dije que iba a estudiar Teatro la reacción fue distinta a la que puede haber en otras familias. Yo no tenía que sacar a mi familia adelante, no estaba obligado a estudiar una carrera rentable, mis obligaciones eran otras. A mí se me dijo “puedes estudiar lo que tú quieras y aquí vamos a estar nosotros para apoyarte”.
Además, también tus padres son artistas…
Claro, ¿qué me iba a decir mi papá? Mi otra hermana estudió danza, pero todos sabemos cómo son las situaciones. Yo vivo —en este momento— por mi trabajo, pero el trabajo en Chile es inestable, no sé cómo va a estar mañana. Mi hermana como bailarina la tenía difícil, se fue a Francia y vive bien. Son distintas las condiciones.
Dentro de la industria, ¿tienes algún referente?
Sí, claro, mis mayores maestras son la Millaray Lobos, la Ana Luz Ormazábal, y Alfredo Castro; nunca he trabajado con él, pero admiro mucho cómo se toma sus personajes.
¿Te gustaría hacer un personaje inolvidable como los de Alfredo?
Sí, siempre trato de hacer personajes distintos, a veces me dicen “devuélvete que te pasaste”, pero en general se me permite proponer. Creo que todos esos grandes actores, Claudia Di Girolamo, Amparo Noguera, Tito Noguera, Néstor Cantillana, que marcaron mi infancia y adolescencia, son referentes. ¿Y sabí qué? El rubro actoral chileno está súper bien evaluado a nivel latinoamericano y mundial, y ha sido gracias al desprejuicio que han tenido ellos.
COMO LA VIDA MISMA
Háblame de Joselo, tu personaje en la teleserie “Como la vida misma”, que está dejándose llevar en esta relación con Thiago… Están haciendo una historia icónica en TV.
Me ha gustado mucho esta teleserie, ha tocado temas súper necesarios. La relación que está empezando a vislumbrarse entre Joselo y Thiago es un proceso lento, en que una persona se va dando cuenta de que le gusta alguien y que no tiene la misma aceptación social que se tiene cuando es una relación heteronormada. Uno que vive en un ambiente artístico, eso se da por sentado, existe, pero hay una gran parte de la población de nuestro país en donde la homosexualidad sigue siendo un tabú.
Pero también hay otro porcentaje de gente que enganchó con esta pareja, y eso se nota en redes sociales.
La teleserie pone el tema sobre la mesa de manera respetuosa, mostrando a dos personas que buscan vivir sus cuestionamientos libremente, sin tener la presión social o la culpa moral por ir descubriéndose, y muchos pueden verse representados. Ahí la televisión cumple un rol fundamental que no es solo entretención, sino también abrir un debate constructivo para la sociedad.
Claro, hay teleseries como “Puertas Adentro” o “Machos” que tuvieron su historia homosexual, pero no eran naturalizadas.
¡Eso te iba a decir! Por ejemplo, el otro día estábamos viendo con mi roomie “¿Dónde está Elisa?”, y también había una pareja homosexual, pero la forma en que se trataba era súper condenatoria, con culpa, y mirándolo con la distancia. Uno dice: “Así era en esos años”, pero es necesario que sigan existiendo historias y que se vaya mostrando el cambio.
“LA EXPOSICIÓN Y EL RECONOCIMIENTO NO ES ALGO QUE YO BUSCARA”
Salgado es de pensar antes de hablar, porque el silencio es fundamental en su vida. ¿Qué pasará por su mente? Es la primera interrogante que llega cuando te dispones a conversar con él. Desde el periodismo estamos acostumbrados a la velocidad, mientras que Max se toma su tiempo, respira, y luego deja fluir su respuesta.
¿Cómo has conseguido mantener un bajo perfil viviendo en la era de las redes sociales y el interés genuino de la gente por conocer más de ti?
(Piensa). Creo que es una decisión. La exposición que uno tiene es consecuencia de lo que uno hace, pero no es porque uno haga algo realmente importante. No soy médico, no salvé ninguna vida. Si yo fuera a todo lo que puedo ir como actor, llevaría una vida más expuesta, pero siento que estoy bien así, aquí, en casa, llevando una vida como la quiero llevar. Además, uno comparte lo que quiere compartir, esa es mi teoría del tiempo en que vivimos.
De hecho, tampoco trabajas con marcas como influencer.
No, al principio mi agente quería que trabajara con marcas. Yo le dije “mira, la verdad no me consigas tantas marcas”. Si yo quisiera hacer plata podría hacerlo de esa manera, pero lo que me apasiona ahora es ser actor. La exposición y el reconocimiento no es algo que yo busque.
Y en política, ¿te sientes con la responsabilidad de dar tu opinión?
La gente espera que las personas a las que siguen tengan una opinión de todo y a veces es necesario darlas y a veces no. Yo hice campaña por (Gabriel) Boric, hice un video con más actores porque creíamos que era un momento histórico, había que tomar una postura. En general siempre la tengo, pero no estoy posicionado de esa manera en la vida pública, no soy un bastión moral de nada, llevo una vida mucho más sencilla.
¿Esto también tiene que ver con que lo que publicas en Internet queda para siempre?
No, o sea, eso es parte de la era en que vivimos. Creo que muchas veces los lugares en que tenemos que intervenir son los lugares en donde trabajamos, en hacer las cosas de manera diferente, y eso a veces es mucho más importante que dar tu opinión en redes sociales. Yo hago cambios silenciosos, pero que son consistentes.
NI LO UNO NI LO OTRO
Salgado ha sido docente universitario y es una faceta que le encanta. No solo ha enseñado Teatro, sino también meditación —la que aprendió en Brasil y que cambió su vida—, lo que según explica “son experiencias abstractas, no es como enseñar matemática”. Además, hizo un diplomado en Mindfulness y con relación a esto, en su descripción de Instagram se puede leer: “Ni lo uno ni lo otro”.
¿Qué significan esas palabras?
Es una frase que viene del sánscrito, de neti neti, que quiere decir “ni lo uno ni lo otro”. Es una frase que se repite al estar meditando, cuando surgen pensamientos y queremos volver la mente a su estado natural. En mi Instagram igual está escrito en sánscrito.
Qué interesante. Hablando de Instagram, contaste vía historias que sufriste una fractura, ¿cómo pasó eso?
Me fracturé cuatro costillas jugando a la pelota. En ese momento me caí y seguí jugando, me di cuenta dos semanas después cuando me hice una eco y ahí salieron mis costillitas. Ahora estoy bien, pero ha sido un proceso lento.
De hecho, en esa misma historia, dijiste que hay que cuidar el cuerpo. Pensando en que es tu instrumento de trabajo, ¿qué estarías dispuesto a hacer por un personaje y qué no?
Esa reflexión es súper interesante. Hace poquito vi un video de Cate Blanchett sobre la película Tár, que le exigió muchísimo física y mentalmente, y habló de lo difícil que puede ser encontrar el equilibrio entre las exigencias que tiene el oficio y el cuidado del cuerpo. A veces es súper desgastante, y siempre va a depender de cuánto uno quiere dar. Si me exiges meterme a una piscina fría para grabar una escena a las cuatro de la mañana y no están las condiciones, quizás voy a decir que no.
¿Pero si fuera James Cameron (director de Titanic)?
¡Capaz que sí! Pero James Cameron te aseguro que tendría una piscina caliente. Ahora, ese caso es el extremo físico, pero si tienes un personaje depresivo endógeno que está llorando el 80 % del rodaje, necesitas herramientas para poder entrar en el personaje, pero también para poder salir, si no te va a terminar consumiendo.
¿Y te ha costado salir de algún personaje en particular?
Sí, pero más en teatro; por ejemplo, Hamlet es un personaje que vive una angustia de la cual muchas veces cuesta salir.
INVERNAL
¿Qué es lo que más te hace feliz?
Comer, hacer deporte, andar en moto.
¿Ingredientes de un día perfecto?
¡Oh! Un día perfecto para mí es el mismo que ha dicho Keanu Reeves (ríe). Despertarse en la mañana, tomar café, hacer el amor, salir a andar en moto, ir a almorzar a algún lugar, leer un libro, cerrar los ojitos, quizás estar en silencio un rato, volver a subirse a la moto, llegar a la casa, abrir una cerveza, hacer el amor, dormir. Chao, el día perfecto.
¿Y cómo describirías tu etapa actual?
(Piensa). Invernal, de recogimiento. Dependo harto del sol. Me gusta el verano, pero este invierno ha tenido lo suyo, días de lluvia donde digo “esto necesito, estar en la casa, tranquilo, preparar la comida, organizarme, tener tiempo para mí, para leer, escribir, pensar, mirarme”. Eso me parece importante.
¿Este invierno ha sido menos frío que el anterior?
(Ríe). Ha sido menos frío que el anterior.
¿Y cuáles son tus planes a futuro?
Me gustaría estudiar Psicología el próximo año, mi referente es Natalie Portman, que se recibió de psicóloga en Harvard mientras terminaba de grabar Star Wars. Así que, si Natalie Portman lo hizo, ¿por qué yo no? #SARAH
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